Filosofía Saberes

 La filosofía

¿QUIÉNES SOMOS?

Desde el mismo momento del nacimiento, el mundo se nos presenta como un gran interrogante. ¿Cuál es el origen de todo lo que existe? ¿Cuál es el significado de nuestra presencia en el mundo? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos esperar? ¿Estamos destinados a morir? La vida se constituye, pues, en una incógnita. Si recurrimos a un diccionario, encontraremos que es necesario distinguir entre la vida como “existencia biológica” y la vida como “modo de ser”. En el primer sentido, la vida es la capacidad que los seres humanos comparten con los animales y los vegetales para desarrollarse y reproducirse. Utilizamos la palabra “vida” en este sentido cuando decimos que “estamos vivos”.

En el segundo de los significados aludidos, la palabra “vida” designa la forma en que una persona vive. Utilizamos la palabra “vida” en este sentido cuando decimos: “es mi vida”. En este caso, es muy diferente atribuirle vida a un ser humano que atribuírsela a un vegetal o incluso a un animal. Para vegetales y animales, vivir es interactuar con el medio según pautas prefijadas que excluyen toda improvisación y, sobre todo, toda creación. Vegetales y animales sólo se “ocupan” de su vivir.

El ser humano, en cambio, se “preocupa” y se “ocupa” de su vida, al mismo tiempo. La vida humana no es estática, es decir, no permanece paralizada, sino que es dinámica, está en constante movimiento. Esto se debe a que la capacidad reflexiva le posibilita al ser humano una manera muy distinta de vivir: la de re-actualizar las experiencias del pasado y actuar en el futuro no a partir de una pauta prefijada, sino a partir de una decisión libre. El hombre no está atado a realizar mecánicamente sus actividades.

¿Cuáles son estas actividades? Evidentemente, muchas, pero ya en la antigüedad se propuso una agrupación en tres direcciones fundamentales distintas: las encaminadas a conocer la realidad, las encaminadas a transformar la realidad, y las encaminadas a producir objetos con finalidad utilitaria o artística.

En efecto: los seres humanos, inmersos en una realidad envolvente de la que precisamos para vivir, necesitamos, ante todo, conocer cómo es ella, para saber cómo orientarnos y a qué atenernos. La orientación que elegimos nos hace tomar decisiones que van a transformar la realidad. Finalmente, ocurre muchas veces que las decisiones que tomamos nos llevan a producir objetos que no se incorporan al ser humano, sino que quedan fuera de él. De esta manera, el ser humano produce realidades en cierto modo “nuevas”, “creadas” por él, con lo cual enriquece la realidad en que está inmerso.

No debe caerse en el error de concebir estas tres actividades como necesariamente sucesivas en el tiempo, ni tampoco en el de creerlas independientes entre sí. Conocer, obrar y producir se disparan simultáneamente al vivir, influyéndose mutuamente. Se conoce bajo la influencia del modo de ser personal; los nuevos conocimientos permiten transformar el mundo con nuevas técnicas; la transformación del mundo abre nuevas perspectivas al conocimiento.

La filosofía es una de las actividades agrupables entre las encaminadas a conocer la realidad.

¿QUÉ ES EL “SABER FILOSÓFICO”?

Dijimos ya que la filosofía es una de las actividades encaminadas a conocer la realidad. Pero es necesario situar a la filosofía en el conjunto de las actividades que persiguen tal fin. Suele afirmarse que existen dos grandes formas de procurar una descripción de la realidad. La primera es una manera esencialmente activa, ya que implica acercarse a la realidad a través de todos los recursos cognoscitivos, básicamente la percepción y la razón. La segunda forma es esencialmente pasiva, ya que consiste en recibir de la realidad algo de ella que sería inalcanzable a través de los recursos cognoscitivos, algo suprarracional y trascendente.

La primera forma supone una iniciativa humana: la de forzar a la realidad a responder a nuestras preguntas. La segunda forma supone una iniciativa divina: la de revelar gratuitamente a los humanos algo indispensable para su salvación. El saber cosechado en la primera de las dos formas descritas es “natural”, mientras que el saber obtenido en la segunda forma es “religioso”.

A. Saber Natural: Es posible distinguir tres modalidades de saber natural: vulgar, científico y religioso.

Saber Vulgar: Está constituido por conocimientos obtenidos a través de la experiencia, generalmente de cosas que nos interesan desde un punto de vista práctico y utilitario. Usualmente estos conocimientos son inconexos entre sí, relativos a cosas muy concretas, sólo apresuradamente generalizados, y siempre incapaces de explicar en profundidad lo que ocurre: sabemos lo que suele pasar, pero no por qué pasa lo que pasa. Sin embargo, a pesar de sus deficiencias, el saber vulgar puede ser tan acertado como cualquier otro, y tanto por esta razón como por el hecho de ser el punto de partida de las otras formas del saber natural, nada tiene de despreciable.

Saber Científico: Su principal característica es la de indagar la causa de los hechos, concibiéndolos no como inconexos, sino como relacionados entre sí, de forma que tal saber adopta un aspecto sistemático. Por otra parte, la elaboración del saber científico supone aplicar un método de investigación adecuado, no aceptando como verdadero más que aquello que resiste a la crítica más exigente. Por último, ninguna disciplina científica se pregunta por la totalidad de cuanto existe, sino que cada una se acota a un campo determinado, al cual consideran sólo en sus aspectos observables.

Saber Filosófico: Presenta algunas similitudes con el saber científico, por ejemplo, el intento de elaborar conocimientos racionales, estableciendo conexiones que permitan crear un sistema de pensamiento. El filósofo persigue la verdad más profunda, por este motivo, el saber filosófico es radical, en el sentido de que va hacia la raíz, el principio, el fundamento, la causa, la razón. Pero también presenta algunas diferencias con el saber científico, por ejemplo: el preguntar del filósofo es intencionalmente ilimitado: aspira a la totalidad. En segundo lugar, el saber filosófico compromete al sujeto que filosofa también de un modo total y radical, ya que siente que está corriendo el riesgo de tener que ser de otra manera a la luz de lo que pueda descubrir. Por último, aunque la meta de una verdad es irrenunciable para la filosofía, no por ello es alcanzable. Constituye su deseo más profundo, pero se sabe humildemente muy distante y sólo quizá crecientemente más próxima gracias a los esfuerzos realizados en el pasado. Por eso, no ocurre en la filosofía lo que en gran medida ocurre en las ciencias: es necesario tener en cuenta a los pensadores del pasado, ya que, en lo fundamental, no han perdido actualidad. Hacer filosofía es, pues, encontrarse con los pensadores de todos los tiempos en esa búsqueda común de la verdad última acerca de todas las cosas.

B. Saber Religioso

Desde la más remota antigüedad, los seres humanos han construido su concepción del mundo sobre la base de saberes “dados”, “recibidos”, “caídos del cielo”, y portadores de un mensaje misterioso, ya sea en el sentido de “incomprensible” o en el de “inalcanzable”. Se trata, pues, de saberes obtenidos por los seres humanos gracias a una revelación divina, que le aportan el secreto de su existencia y de su salvación. En síntesis, los rasgos típicos del saber religioso son:

-Sobrenatural: no ha sido concebido racionalmente.

-Gratuito: ha sido obsequiado por una fuerza externa, sin que mediara un esfuerzo humano.

-Origen divino: procede de una realidad no sólo distinta a la humana, sino también superior.

-Salvífico: permite a los seres humanos liberarse del mundo en el que viven y acceder a uno superior.

-Tradicional: ha sido transmitido de generación en generación, ya sea por vía oral o escrita.

-Aceptado por fe: es admitido por la autoridad que la tradición tiene sobre los individuos de cierta comunidad religiosa.

¿QUÉ ES “FILOSOFAR”?

La idea de que la filosofía es búsqueda y no posesión, se debe a que el filosofar es un trabajo de reflexión y no de aprendizaje. Aprender es adquirir conocimientos por medio de la experiencia. Los conocimientos adquiridos son fijados en la memoria, consciente o inconscientemente. Una vez allí, los conocimientos adquiridos influyen en nuestra conducta. La reflexión, en cambio, es un movimiento de retorno a los conocimientos que hemos aprendido. Su objetivo es dudar no sólo de la verdad de lo aprendido, sino también de la corrección de los comportamientos a los que somos conducidos por nuestros conocimientos.

Filosofar es, pues, re-conocer la realidad. De este trabajo puede resultar que advirtamos algo antes desconocido, o que aceptemos que cierta cosa no es como habíamos creído. Si consideramos que nos diferencia de los animales el hecho de que nuestra vida implica necesariamente decidir de qué manera interactuar con la realidad, no será exagerado afirmar que para que un ser humano tenga una vida propiamente humana, debe filosofar. Esta es la opinión, por ejemplo, de Nicolás Abbagnano:

“Existir significa pura y exclusivamente filosofar, aunque filosofar no signifique siempre hacer filosofía. Y en efecto, filosofar significa primordialmente para el hombre afrontar con ojos abiertos el propio destino, y plantearse claramente los problemas que resultan de la justa relación consigo mismo, con los demás y con el mundo... Filosofar significa elegir, decidir, comprometerse, apasionarse, vivir auténticamente y ser auténticamente uno mismo. Por cierto, a este filosofar, que es el único originario, verdadero y eterno filosofar, le ofrece una gran ayuda el trabajo técnico de los filósofos”.

Abbagnano, Nicolás; “Introducción al existencialismo”.

El filósofo como “profesional”

Conviene abordar la distinción entre “filósofo profesional” y “filósofo no profesional”. A estos efectos, tomaremos la palabra “profesión” como indicadora del empleo o trabajo que ejerce públicamente una persona, para el cual fue necesario cursar estudios teóricos. Con el objetivo de enriquecer un poco esta distinción, consideremos el siguiente texto de Matthew Lipman:

“Los filósofos profesionales hacen filosofía mejor que otros que no lo son, así como los atletas profesionales hacen deportes mejor que otros que no lo son, pero la diferencia en ambos casos parecería ser de grado más que de esencia. Si la filosofía es aquello que hacemos cuando nuestras conversaciones toman la forma de indagación reguladas por consideraciones lógicas y meta cognitivas, no tenemos derecho a excluir el término filosofía de aquellas conversaciones entre niños que han tomado la misma forma”.

¿PARA QUÉ SIRVE FILOSOFAR?

“Privar a nuestros estudiantes de la oportunidad de ensayar la comprensión de sus preocupaciones en el área del conocimiento y también de aquellos otros ámbitos concernientes a los procesos de conformación de sus estructuras personales, a partir de la reflexión filosófica, es promover la proliferación de seres incapaces de encontrar la finura textura tensional de las conexiones que integran a lo real y a sus propias personas como parte de la realidad total. No en vano fueron los científicos más sensibles e inteligentes de nuestro tiempo, quienes desde el campo de la física y de la matemática, pero también de la biología, de la antropología, de la psicología y de la sociología, sintieron la necesidad imperiosa de conectar sus estudios con la reflexión filosófica, a efecto de establecer por un lado visiones de conjunto y en otros aspectos manejar sus interrogantes en el difícil terreno en que porfiada y modestamente, es posible encontrar el perfil del sentido de las cosas. Y en nuestro tiempo quizás, aún la pérdida del sentido de nuestras propias desconcertadas existencias.

Sin duda alguna el hombre en general sabe más cosas en estos últimos setenta años que las que supo en veinticinco siglos de civilización occidental. El hombre… puso su pie en la luna, hemos conocido la profundidad de los océanos y nuestra vista, montada en aparatos de tecnología de punta… prolonga nuestros ojos hacia el espacio exterior, buscando conocer y explicarse el universo. Pero en tanto tiempo transcurrido, con toda una súper-industria globalizada en el campo de sus economías y desarrollada en el campo de la tecnociencia, aún el hombre no conoce su propio corazón… El hombre se destruye como comunidad humana en guerras donde señorea su espíritu de intolerancia, que es violento, racista, vorazmente egoísta, que oculta, desconoce o asesina a sus espíritus más puros.

Y bien, la filosofía no va a solucionar nada de ello; tampoco la enseñanza de la filosofía lo hará. No es el cometido de ambas. Es otra y muy simple la misión de la reflexión filosófica. Nada es mejor que explicar esa ‘misión’ con palabras de ese inolvidable espíritu uruguayo que se llamó Carlos Vaz Ferreira: ‘el efecto principal de la filosofía es suscitar el espíritu filosófico, la crítica, la sinceridad de la posición mental, la completa sinceridad: saber qué es lo que se ignora, saberlo y sentirlo, y hasta aprender a ignorar, que es más difícil que aprender a saber’.

Este pensamiento nos lleva a recordar que la filosofía clásica nace en Grecia con Sócrates. Menudo compromiso el que fue impuesto al que se llamó a sí mismo ‘filósofo’: no podía desautorizar al dios y tampoco renegar de su anterior afirmación. Por lo tanto, dijo que como la gran mayoría de los atenienses a quienes había interrogado sobre diversos temas nada sabían sobre sus oficios y tampoco sabían que no sabían, entonces él, que ciertamente no sabía nada, los aventajaba notoriamente en el hecho de que él al menos sabía que no sabía…

Lo verdaderamente importante de esto, la lección de vida que ha atravesado los siglos y llega vigente a nosotros, es que ese ‘saber que no se sabe’, esa confesión de ignorancia, guarda escondida la inmensa y magnífica (aunque triste) sospecha de todo el saber que

queda por conocer. Aunque conozcamos mucho, debemos comprender que eso es una insignificancia frente al saber total.

Pero esto no debe ser causa de desaliento… El hombre… gracias a su esfuerzo y sinceridad, puede conocer cada vez más, día a día, generación a generación. Y esto es una buena noticia. Lo es, ciertamente, si logra unir… ese sentimiento de ambigüedad que surge de la apetencia por conocer… con la fragilidad de nuestras certezas… Es necesario insistir en nuestro esfuerzo por amor a la verdad… Ello es signo de nuestra imperfección, pero también de nuestro coraje.”

Ojeda, Rolando; “Legitimidad de la presencia de la asignatura filosófica en la currícula de educación media”

Actividad:

1) Realiza un esquema en donde aparezcan las características de los distintos tipos de saberes.

2) Analiza el texto, explica cual es la idea principal, ¿estas de acuerdo? Fundamenta.

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